domingo, 2 de septiembre de 2012

Pequeña maestra.

No os lo váis a creer, pero hoy ¡me levanté siendo una hormiga! Sí, tenía dos antenas en mi cabecita y mi cuerpo de color tierra-rojiza era super pequeño, medía escasamente ¡un centímetro! No era fuerte, mi fortaleza estribaba en la unión con las demás. Tenía que tener cuidado con las hormigas de los demás hormigueros, porque tienden a declar la guerra a las otras colonias. Esto me recordó a los seres humanos, que muchas veces somos incapaces de convivir entre distintas culturas, donde la más fuerte acaba humillando a la más débil. Sobre todo me advirtieron que tuviera especial cuidado con las hormigas negras, ya que si entraba en su territorio me atacarían, y a la inversa. Algunos pensaréis, ¡qué racistas las hormigas! No, no es racismo, simplemente atacan a otras razas de hormigas para defender su territorio frente a otra colonia, sin aversión, ni por ideas estúpidas que sí están presentes en el mundo humano, no en el de las hormigas. Éstas desarrollan formas de supervivencia que respetan el medio ambiente, no tienen capacidad de arrasar, capacidad que sin embargo, sí está presente en el ser humano.

Las hormigas viven en comunidad, son capaces de transportar un grano de trigo muchos kilómetros para ayudar a su colonia, no anteponen su beneficio al de la comunidad ¡cómo tenemos que aprender de esto! Se me estiraron las antenas cuando vi como subían por la pared con trozos de cáscaras de pipas ¡mayores que ellas! A algunas se le caía en el intento, pero bajaban a por ella y la volvía a subir, así hasta que lograban llevar su cáscara de pipa a su destino. Se esforzaban para conseguir lo que anhelaban, eran perseverantes, pacientes, tenían confianza en sí mismas y no se daban por vencidas fácilmente. Su constancia y empeño por obtener lo que deseaban era admirable. Sin embargo, en el ser humano es habitual empezar con euforia proyectos para acabar dejándolos a un lado sin terminar debido a los obstáculos que se encuentra en el camino sin ni siquiera intentar saltarlos. Entonces me di cuenta, que un insecto tan pequeño como una hormiga puede convertirse en un gran maestro para los seres humanos y darnos grandes lecciones de cómo consegir nuestros objetivos. No cabe duda de que si las hormigas fueran seres humanos, ¡serían más exitosas que nosotros!




Me ha alentado gratamente ser una hormiga hoy, jamás olvidaré la lección. Igualmente me ha encantado compartir mi experiencia con vosotros. Os dejo con un sabio proverbio: Anda a ver a la hormiga ¡perezoso! Fíjate en lo que hace y aprende la lección.

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